viernes, 27 de septiembre de 2013

El resurgimiento de las ciencias en los siglos XV y XVI

Con la conclusión de la edad media se inicia una nueva era cultural que se desarrolla entre los siglos XV y XVI. Se habla de humanismo y de Renacimiento para referirse a estos dos siglos en los que entre los intelectuales del período es muy fuerte la conciencia de hallarse en el umbral de una fase de renovación, de un resurgimiento que sitúa en su centro al ser humano. La cultura parece guiar a la humanidad, nuevos descubrimientos geográficos (basta pensar en los viajes de Cristóbal Colón) arrinconan la vieja concepción del universo y la ciencia comienza a construir, mediante la mano del hombre, nuevos y potentes instrumentos para dominar la naturaleza. Pero sería superficial pensar que sólo fueron la cultura y la ciencia las que dirigieron esta renovación ya que en la edad media monjes y filósofos se ocuparon también del hombre, de su relación con la naturaleza y del secreto para una vida feliz.

Universidad Bolonia
Universidad italiana de Bolonia.

Ciertamente, el hombre ha sido el centro de la reflexión filosófica en todas las épocas. El problema es que el hombre no es un ente abstracto que vive en el cielo y es inmutable. Decir hombre significa hablar de las condiciones en que vive, de sus ideas y de las relaciones que vinculan un individuo a otro.

Si el humanismo y el Renacimiento desplazan el interés y la reverencia medieval por las estructuras e instituciones medieval por las estructuras e instituciones religiosas hacia la sociedad civil, el mundo de la técnica y la cultura clásica, ello acontece porque éstas (sociedad civil, técnica y cultura clásica) han sustituido en la vida real a las instituciones religiosas en la organización y gestión social del saber, del orden político y del poder económico. Esta sustitución fue, como siempre ocurre, gradual, y no carente de interrupciones y momentáneos pasos atrás.

En una visión de conjunto son evidentes los fenómenos de cambio y, aunque no sea posible establecer una causa principal, es verosímil indicar que fue la definitiva afirmación del comercio y de las actividades relacionadas con éste -viajes, producciones artesanales a gran escala, instituciones de crédito- uno de los mayores impulsos de la renovación. Al mismo tiempo ese "impulso" se vinculó por una relación circular con los progresos científicos y civiles, en el sentido de que las necesidades agudizaron el ingenio. Cambiar las sedas de Lombardía, por ejemplo, con el oro procedente de España exigía vías de comunicación rápidas y seguras, pero una vez establecidas, dichas vías hacían posible otros negocios. Dichas vías hacían posible otros negocios. A este mundo transformado le corresponde también una nueva organización social. Ya no son la religión, ni el universo perfecto y cerrado en sí de Aristóteles, ni la autoridad eclesiástica, sino la cultura, la palabra y la inteligencia práctica el fundamento de la organización civil. Los hombres sienten que el destino está en sus manos, y que pueden mejorar su existencia, o caer en la ruina. Pueden intervenir en el curso de los acontecimientos, que no está determinado desde el inicio por Dios, y cambiarlo. Son, en resumen, los amos del universo.

El humanismo es el movimiento de pensamiento elaborado por la humanidad que se proyecta y construye a sí misma. Aquí se señala también la distancia histórica; contra la edad media que hizo de la cultura clásica griega y latina una anticipación sin tiempo de la Revelación cristiana, los humanistas reconstruyen el tiempo histórico. Platón y Cicerón son leídos y contextualizados históricamente; sólo así se podrá extraer de ellos no una regla a seguir ciegamente, sino un patrimonio de experiencia del que obtener información para el presente y el futuro del ser humano. Después de la historia, la otra nueva gran ciencia difundida por el humanismo es la filología, la reconstrucción de los textos antiguos con traducciones más fieles que las inciertas versiones medievales.

Gran traductor fue el platónico Marsilio Ficino (1433-1499), convencido de que una única sabiduría había recorrido toda la historia, desde las religiones orientales hasta Platón. También el "científico de la magia" Pico della Mirandola (1463- 1494), lee griego, latín e incluso árabe y hebreo, estudia en Padua, centro del aristotelismo. Su magia no está hecha de milagros, sino del conocimiento de las fuerzas íntimas que rigen el cosmos y de su utilización, que sólo al ignorante podrá parecerle milagrosa.

Un entusiasmo no siempre científico, acompaña a la traducción de los clásicos: se trata del intento de establecer una relación armónica con la naturaleza que se revele provechosa para el hombre. El Platón del humanismo es el Platón de una única alma que se difunde desde las ideas por todo el universo según proporciones y leyes que el hombre puede conocer y utilizar para sus objetivos. Por lo que se refiere al aristotelismo, en cambio, se asistirá a una crisis profunda; sospechoso de ser poco religioso, el planteamiento de la física de Aristóteles caerá junto al descubrimiento de sus errores.

También la figura más representativa del aristotelismo, Pietro Pompanazzi (1462-1525), activo en Bolonia, fue famoso por el uso profanatorio de la lógica del maestro.

Notable fortuna tendrán en cambio los redescubiertos textos de poética, retórica y política del filósofo griego, más adecuados a los intereses y sensibilidad de los eruditos que frecuentaban las universidades italianas.

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