Quien buscase una descripción de la "revolución" filosófica de los siglos XV y XVI prescindiendo de los descubrimientos de la ciencia tropezaría con una contradicción insoluble.
El cambio de clima cultural del período humanista es un fenómeno complejo del que no puede proporcionarse una descripción subdividida por sectores, y sólo es comprensible como un entrelazado de estímulos continuos de un sector del saber al otro y viceversa. A finales del siglo XIII, por ejemplo, la Tierra todavía es pensada como un compuesto de cinco zonas: dos glaciares y una tórrida central, inhabitable, y dos templadas, aptas para la vida humana. En las antípodas de Europa se creía imposible que existiese alguien porque creía imposible que existiese alguien porque caería inevitablemente en el infinito, encontrándose cabeza abajo. Puede parecer una visión popular, pero ésta era la cultura dominante, cuando los viajes de los grandes marinos demostraron que la Tierra no sólo era habitable, sino que estaba efectivamente habitada en todas partes, tanto en el hemisferio austral como en el boreal. En los distintos continentes se encontraron civilizaciones y culturas tan diferentes en sus modos de vida y, como idénticas, en su sustancia, a las europeas.
La filosofía ya no tiene que enfrentarse con oscuras y abstractas diversidades -el hic sunt leones (aquí están los leones) con el que se indicaba, en la edad media, todas las regiones desconocidas y visitadas- sino con diferencias reales, concretas y palpables. El ser humano después de perder la centralidad en el universo con la afirmación del sistema copernicano, extravió también su centralidad étnica, ya no es sólo el individuo que vive en Europa, sino también el encontrado por Colón en la isla de Cuba, o el emperador maya. Con la diversidad se enfrentan el comandante español Hernán Cortés, o el aún "animal" humano que el anatomista flamenco Andrea Vesalio (considerado el fundador de la anatomía descriptiva con su texto fundamental De humani corpori fabrica, 1543) estudia sobre la mesa anatómica -ya que el descubrimiento de lo exterior se acompaña siempre del descubrimiento de lo interior- y que Leonardo da Vinci describe en sus tablas; este nuevo hombre es la criatura cuya naturaleza se intenta comprender y cuyas facultades intelectuales se intentan describir a partir del siglo XV. Se efectúa en aquellos momentos una extraordinaria apertura de la perspectiva, que busca una expresión en la filosofía, en la literatura, la política y las artes.
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