Anthony Ashley Cooper, conde de Shaftesbury (1671-1713). |
La naturaleza entera se compone, según estos pensadores, de un único principio vital -similar al anima mundi de ascendencia platónica- que se manifiesta en distintas formas, todas positivas. El optimismo de los moralistas deriva de ahí. El universo está lleno de belleza y bondad, sólo tenemos que ser capaces de afrontarlo con el espíritu adecuado, abandonando las rígidas reglas de la lógica y dirigiéndonos hacia el propio sentido interior, naturalmente orientado a hacer el bien, gozar de la libertad de los demás y contemplar la belleza. El análisis de las pasiones humanas se convierte, pues, en el terreno principal sobre el que "demostrar" la verdad de las tesis moralistas, tema que seguirá siendo una constante en el pensamiento inglés de los siglos XVII y XVIII, llegando hasta Locke y Hume. En el límite entre economía mercantil y primera revolución industrial, los moralistas fueron una expresión incierta entre la defensa de una convivencia no regida por las leyes de mercado y la modernísima ideología de aquellas leyes.
El economista Adam Smith (1723-1790) fue alumno de Hutcheson, de quien retomó y desarrolló de modo original la idea de una armonía social nacida del espontáneo movimiento de los intereses.
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Imagen: Parliament.uk
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