Una de las formas filosóficas contemporáneas más importantes de la crítica de los derechos humanos cuestiona la base objetiva presunta de los derechos humanos como derechos morales. Este tipo de crítica puede ser tomada como un río en el cual corren muchos tributarios filosóficos.
La esencia de estas críticas que refutan los derechos humanos consisten en la afirmación de que los principios y conceptos morales son subjetivos por su carácter. Desde esta perspectiva, las creencias morales no emanan de una correcta determinación de una voluntad racional con arreglo a fines , ni siquiera se consideran la voluntad de un ser divino. Más bien, las creencias morales son fundamentalmente expresiones de preferencias parciales individuales. Por tanto, esta posición rechaza la razón principal sobre la cual el concepto de derechos morales descansa: que existen principios morales racionales y a priori sobre los cuales se funda una doctrina moral correcta y legítima.
En la modernidad, en oposición a la antigüedad, la filosofía de este argumento está más estrechamente relacionada con el filósofo escocés del siglo XVIII David Hume. Versiones más recientes de la misma han sido defendidas por filósofos como C.L. Stevenson, Ludwig Wittgenstein, J.L. Mackie y Richard Rorty. En efecto, Rorty (1993) ha argumentado que los derechos humanos no se basan en el ejercicio de la razón, sino una visión sentimental de la humanidad . Insiste en que los derechos humanos no son racionalmente defendibles. Argumenta que no se puede justificar la base de los derechos humanos apelando a la teoría moral y los cánones de la razón, ya que considera que las creencias y prácticas morales no están motivadas en última instancia por una apelación a la razón o a la teoría moral, sino que emanan de una identificación de simpatía con otros: la moral se origina en el corazón, y no en la cabeza.